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The magic (or the curse) of Christmas has also reached Florence. In daylight, things change their appearance, so I have always been more attracted to night lights. At night, Florence now exhibits its Christmas wrapping, with the discreet aristocratic allure that characterizes the city so much. Seduced and abandoned, that’s how I feel. But the streets of Florence console me and heal my battered self-esteem so that I can reach the end of the year with some dignity.
Nothing better than taking an aimlessly stroll through the streets of the city. It is the most reliable way to mitigate existential disenchantment, remove feelings’ intensity, dampen the facts and stimulate creativity. My furious helplessness softens thanks to the false — and at the same time the naive — spirit of Christmas. The streets glow under the Christmas lighting. An unnecessary and banal circumstance that, however, brings (emotional) warmth to people who, like me, walk alone through the cold streets of Florence.
Winter flâneurism, paseando sin rumbo por las calles de Florencia en Navidad
La magia (o la maldición) de la Navidad ha llegado también a Florencia. A la luz del día, las cosas cambian de aspecto, por eso siempre me han atraído más las luces nocturnas. Por la noche, Florencia exhibe ahora su envoltorio navideño, con ese aire aristocrático reservado que caracteriza tanto a la ciudad. Seducido y abandonado, así me siento, pero las calles de Florencia me consuelan y sanan mi apaleada autoestima para que pueda llegar al final del año con dignidad.
Para mitigar el desencanto existencial, quitar intensidad a los sentimientos, amortiguar los hechos y estimular la creatividad, nada mejor que dar un paseo improvisado por las calles de la ciudad. Mi furiosa impotencia se suaviza gracias al espíritu falso —y a la vez ingenuo— de la Navidad. Las calles resplandecen bajo el alumbrado navideño. Un aspecto intrascendente y banal que, sin embargo, aporta calor (emocional) a las personas que, como yo, pasean solas por las frías calles de Florencia.