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My name is Tina Mars. Although I am a female dog, I consider myself very human. Last week I visited Paco Neumann in Florence and that dazzled me. I felt almost as mesmerized as the Americans (that is, by the city). Let’s say Florence is not Paris, but who does actually stand the French? Also, most animals are not interested in art and culture, but I am. I had an exquisite and refined education at home. That’s why I grow so much canine anger when not allowed into the museums or the churches. We, dogs, are better educated and trained than all those tourist crowds … The leash and the muzzle, as well as the picking up of my evacuations, are compulsory when out and about, anyway. By the way, I was fascinated to see how clean Florence is! In Berlin, the sidewalks and parks are crammed with excrement, which causes me quite a lot of disgust.
I did not need them, but in Florence there are also pet sitters and some veterinarians available 24 hours. Instead, I had Paco to live playful moments, many in bare freedom as, for instance, when he took me to the gardens of Antonio Caponnetto and Rusciano Park in the area of Gavinana. In addition, thanks to new laws in Florence, many restaurants, supermarkets and stores now accept my magnanimous presence. So a new and original trend has emerged, that of the aperidog in areas such as Maiano and Piazzale Michelangelo, where I could gorge on prosciutto, drink frizzante water or take a gelato (which I love!), while flirting with some pretty attractive and gracious local dogs. Despite suffering from hip dysplasia, and even though I could access public transport, I always prefer to tramp around the city. However, on the last day of the trip, I was so loaded with bags of my purchases, that I needed a taxi ride to my private jet.,
Tina Mars en Florencia, una ciudad pet-friendly
Mi nombre es Tina Mars. Aunque soy una perra, yo me considero muy humana. La semana pasada estuve visitando a Paco Neumann en Florencia, y la verdad es que la ciudad me encandiló. No me hechizó tanto como a los americanos, pero casi. Digamos que Florencia no es París, pero ¿quién soporta a los franceses? La mayoría de los animales no se interesa por el arte y la cultura, pero yo sí. Recibí una educación exquisita y refinada en casa. Por eso me da mucha rabia canina que no se nos permita entrar todavía en los museos ni en las iglesias. Estamos mejor educados y formados que tantos turistas del montón… La correa y el bozal son obligatorios para pasear por la calle, así como recoger mis necesidades. ¡Me fascinó comprobar lo limpia que está Florencia! En Berlín, las aceras y los parques están abarrotados de excrementos, lo cual me produce bastante rechazo, he de confesar en honor a eso que llaman verdad.
Aunque no precisé de ellos, aquí también hay servicios de cuidadores de mascotas, o pet-sitters, y algunos veterinarios 24 horas. Para vivir momentos lúdicos y recreativos, en libertad, Paco me llevó a los jardines de Antonio Caponnetto y al parque Rusciano, en la zona de Gavinana. Gracias a las nuevas leyes vigentes en Florencia, muchos restaurantes, supermercados y tiendas ahora aceptan mi presencia magnánima. Tengo que destacar la nueva y curiosa moda del aperidog en las áreas de Maiano y Piazzale Michelangelo, donde pude ponerme morada de prosciutto, beber agua frizzante, tomar un gelato (¡que me encanta!) y flirtear con algunos perros locales bastante atractivos y salerosos, por cierto. Y aunque tenía acceso al transporte público, yo soy de las que prefieren patearse de cabo a rabo la ciudad, aunque padezca de displasia de cadera… Sin embargo, el último día iba tan cargada con las maletas y las compras que tuve que tomar un taxi hasta mi jet privado, pero debí comunicar mi condición perruna al taxista con antelación.
