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There is always someone at any time of the day pulling a suitcase in Florence. I do not know what they carry inside, but what is rarely missing is a sex dating app in their ‘digital luggage.’ Transit, data roaming, digital nomads and ‘aeroplane mode’ on. Between heaven and hell. It is the social philosopher Zygmunt Bauman‘s immediacy and the disconcerting desire of wanting to live it all. Liquid loves, gaseous encounters and sparkling lives. The profiles named ‘Visiting’ multiply in the flirting apps. Sex express and the odd souvenir, which commonly becomes a shag with a local. Fuck’n’go!
A maximum of 24-48 hours in Florence, to continue through the ‘Italian triangle,’ whose other vertices are Rome and Venice. And going on across the rest of Europe with an average of 12-hour stay in each town. Low-cost travellers, carbon pricing and Greta Thunberg. The endless and desperate queues at Uffizi Gallery, at the Galleria dell’Accademia and at Antico Vinaio. The main monuments crowded, and my vicoli always deserted. People who pass in ‘flight mode’ through the city, without the city ever going through them.
En «modo avión» en Florencia: sex dating apps, colas interminables en los Uffizi, panino en Antico Vinaio y algunos souvenirs horteras
Siempre hay alguien a cualquier hora del día arrastrando una (o varias) maletas en Florencia. No sé qué llevarán dentro, pero lo que casi nunca suele faltar es una sex dating app en el «equipaje digital». Tránsito, itinerancia, roaming, nómadas digitales y flight mode activado. Entre el cielo y el infierno. Es la inmediatez del filósofo social Zygmunt Bauman y las ganas desconcertantes de querer vivirlo todo. Los amores líquidos, los encuentros gaseosos y las vidas espumosas. Los perfiles con nombre «Visiting» se multiplican con estrépito en las apps de ligoteo. Sexo exprés y algún que otro souvenir, que casi siempre se materializa en forma de echar un polvo con un local. Fuck’n’go!
Como máximo 24-48 horas en Florencia, para continuar por el “triángulo italiano”, cuyos otros vértices son Roma y Venecia. Y seguir por el resto de Europa con una media de 12 horas de estancia en cada ciudad. Viajeros low-cost, el coste del CO2 y Greta Thunberg. Las colas interminables y desesperantes en los Uffizi, en la Galleria dell’Accademia y en el Antico Vinaio. Los monumentos principales abarrotados y mis vicoli siempre desiertos. Gente que pasa en «modo avión» por la ciudad, sin que la ciudad pase jamás por ellos.