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Florence is a city that kills through strong emotions. There is no need to be accompanied, it is enough with ourselves and our senses. As Singer — the protagonist of the novel The Heart is a Lonely Hunter by Carson McCullers —, when I wander anonymously among the whole crowd during hours through the streets of the city, it always seems that I am the only lonely person. However, it is not adequate to attribute to lonely souls the sorrow of an unhappy life. As I see, Florence is, above all, a destination for couples or groups; few people travel alone. It is the human being’s lifeguard against his own inner isolation.
Groups and couples rarely leave the conventional touristic circuits, and one can easily avoid them. It is sufficient going for a walk and listening to the soundtrack of the city instead of using Spotify. Observing how a traditional shoemaker works in his workshop next to the most hipster place in Florence. Discovering an old hardware store in front of a trendy cocktail bar. Or crossing the bridges counting the Japanese newly married couples being photographed with the Ponte Vecchio at the back.
The old guilds are struggling to survive in coexistence among the ambitious modern commercial premises that kill the true spirit of Florence. Undoubtedly a walk through the traditional and the avant-garde (throughout the wonders of the Middle Ages, the Renaissance and the 21st century) does not require any company.
El corazón es un cazador solitario también en Florencia
Florencia es una ciudad que mata a golpe de emociones fuertes. Para lo cual a veces no es necesario otra persona; con los sentidos es suficiente. Como Singer —protagonista de la novela El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers—, aunque camine durante horas por las calles de la ciudad, de toda la multitud, siempre parezco ser la única persona que está sola. Pero no siempre va bien atribuir a las almas solitarias la pesadumbre de una vida infeliz… Florencia es sobre todo un destino para parejas o grupos; poca gente viaja sola. Es el salvavidas del hombre contra su propio aislamiento interior.
Por suerte, los grupos y parejas que no abandonan el circuito convencional se pueden esquivar. Basta salir a pasear y escuchar la banda sonora de la ciudad en vez de echar mano de Spotify. Observar cómo trabaja un zapatero tradicional en su taller al lado del local más hipster de Florencia, descubrir una ferretería antigua enfrente de la coctelería de moda, o atravesar los puentes contando las parejas de recién casados japoneses siendo fotografiados con el Ponte Vecchio al fondo.
Es la convivencia entre los antiguos gremios que todavía luchan por subsistir y los ambiciosos locales comerciales modernos que lo arrasan todo. Porque un paseo por lo tradicional y lo vanguardista, por las maravillas de la Edad Media, el Renacimiento y el siglo XXI, no requiere de compañía alguna.