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In Florence, a city that adores art as a religion and consumerism as an art, Christmas here, as in any other part of the world, is full of dreamers and depressed people. The majority of them have unattainable and hideous expectations about Christmas. While some strive to manifest an insurmountable aversion to all the commonplaces outlined in these days, for others, there is nothing comparable to the emotion and profound joy that Christmas time brings. For better or worse, Christmas produces a significant disruption in the spirit of almost everyone. Christmas decorates us and not the other way round. A golden ornament here and some coloured lights there and voilà: we are happy and feel terrific. We complain heavily about Christmas and the feigned happiness of all its acts without noticing that this superficiality and cult for appearance is what we do on a daily basis, too.
Navidad en Florencia: entre soñadores y gente deprimida
En Florencia, una ciudad que rinde culto a la religión del arte y al arte del consumismo, la Navidad, como en cualquier otra parte del mundo, está llena de soñadores y de gente deprimida. Navidad sí, Navidad no. Todo el mundo concibe respecto a las Navidades unas esperanzas terribles y muy exageradas. Mientras unos se afanan por manifestar una aversión insuperable por todos los lugares comunes esbozados en estas fiestas, para otros, no hay ahora nada comparable a su emoción y a su profunda alegría. Para bien o para mal, la Navidad produce un importante trastorno en el ánimo de casi todo el mundo. La Navidad nos adorna a nosotros y no nosotros a ella. Una bola aquí y unas luces de colores allá y voilà: somos felices y estamos fenomenal. Despotricamos de la Navidad y de la fingida felicidad de todos sus actos sin reparar en que esa aparente superficialidad y culto por la apariencia es lo que más o menos llevamos a la práctica todos los días de nuestra vida.